¿Qué nos enseña la crisis de la COVID-19 en Economía?
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Colombia importa el 65% de la materia prima para la producción de alimentos balanceados, de animales, y 12 millones de toneladas de nuestra comida. No debe haber más tratados de Libre Comercio.
En Medellín, como en toda Colombia, se crearon “ciudadelas” de casas con 45 m2 o menos, de 25 pisos. Todo un negocio inmobiliario para los banqueros. En estas casas, una cuarentena es una celda.
Es demasiado importante para estar sujeto a las leyes de oferta y demanda. El mayor prestador debe ser El Estado: con calidad y atención oportuna.
No le ofrecen seguridad a nadie. En tiempo de crisis, cuando más necesitamos solidaridad y consumo, las empresas “suspenden” o despiden a sus empleados.
La premisa fundamental de los Chicago boys, egoísmo como forma de desarrollo, funciona en una sociedad sin clases, crisis, problemas, una sociedad irreal.
En general, los trabajadores vinculados a la educación y salud. La exposición de su vida, en tiempos de crisis, merece una compensación acorde con su responsabilidad.
Es la universidad, UdeA o UNAL, la que debe liderar las cosas. Durante la crisis del Coronavirus, los grupos de investigación de la UDEA desarrollaron prototipos de respiradores mecánicos, indispensables para crear Unidad de Cuidados Intensivos, UCI, de las clínicas (https://bit.ly/2UqV7SR). Ruta N, en cambio, es la dedicada a promover la innovación en la ciudad, pero su objetivo es vender servicios y emprendimientos por fuera de Medellín. La UdeA, como Stanford en Sillicon Valley, debería jalonar la ciencia, tecnología e innovación como base de un modelo industrial que consuma lo producido.
La energía, el internet, el agua y gas son indispensables para vivir. Las temporadas de crisis, que en Colombia no son la excepción sino la ley, las empresas públicas podrán donar, sacrificar o ceder una parte de sus ganancias por el bienestar general. Las empresas privadas no; no es su función ni naturaleza.
En algún momento lo pagamos, como lo hacemos con la crisis del COVID-19. Para intentar competir con las grandes potencias, entregamos nuestra soberanía, los salarios de los trabajadores, la naturaleza y flexibilizamos el pago de impuestos.
Necesitamos un Estado fuerte que llegue a todo el territorio y no sometido al mercado.
No sirve. Nunca sirvió. Y cuándo la mano invisible es incapaz de resolver los problemas se hace más evidente. Desde el 90, cometimos el error de creer en el libre mercado. Pero dice el proverbio árabe: La primera vez que me engañes, será culpa tuya. La segunda será culpa mía. Los colombianos somos tercos pero aprendemos.
Comunicador social - periodista. Director Observatorio Económico de Antioquia.